Invariablemente un universo profano se mantiene a raya por el cumplimiento a rajatabla de una serie de mandatos prefigurados que no deben ser pasados por alto (¡Sacrilegio!)
Dicho de otro modo, algunos se jactan de sus aventuradas virtudes interpasmódicas para que la comarca no suelte lengua de innumerables bajos instintos que reflotan como humo por entre los escombros.
Pero por detrás de todo -y bien al frente- miramos de reojo para disimular el mal trago y no evidenciar tristemente al célebre feligrés, que en el fondo de su hoyo intraterreno comete acciones disociadas de los cielos y más cercanas a estos aposentos anteriormente mencionados.
Por eso, chichipíos -si la expresión bien es válida- y surcando el panorama con una moraleja estúpida pero no menos mortal:
¡Al que madruga... -es mentira- nadie lo ayuda!
Vermouth con papa fritas.
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