"... seguí caminando por la avenida tratando de guiarme solo por los sonidos de la calle. No pensaba abrir los ojos porque tenía un desafío conmigo mismo, que terminaría, o bien cuando me choque contra alguna pared, o bien cuando llegue al cordón de la vereda y sienta bajo mis suelas el pie en el aire y sin apoyo. Siempre admiré a los ciegos. La manera de desenvolverse en la ciudad es asombrosa y mágica. ¡Y pensar que los que vemos muchas veces no sabemos a donde vamos! Es por eso que hoy supe que no iba a saber donde ir, y me desafié a buscar algún lugar con los ojos cerrados.
Por suerte, casi antes de llegar al punto de destino, sentí la bocina del tren...
Salté de la vía, repentinamente, y me quede
parado en el andén
y por las dudas...
con los ojos cerrados..."
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