12 agosto 2005

Acá vengo de ningún lado...

"... seguí caminando por la avenida tratando de guiarme solo por los sonidos de la calle. No pensaba abrir los ojos porque tenía un desafío conmigo mismo, que terminaría, o bien cuando me choque contra alguna pared, o bien cuando llegue al cordón de la vereda y sienta bajo mis suelas el pie en el aire y sin apoyo. Siempre admiré a los ciegos. La manera de desenvolverse en la ciudad es asombrosa y mágica. ¡Y pensar que los que vemos muchas veces no sabemos a donde vamos! Es por eso que hoy supe que no iba a saber donde ir, y me desafié a buscar algún lugar con los ojos cerrados.
Por suerte, casi antes de llegar al punto de destino, sentí la bocina del tren...
Salté de la vía, repentinamente, y me quede
parado en el andén
y por las dudas...
con los ojos cerrados..."

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